Por Fabián Soberón
Para LA GACETA - Tucumán
Un hombre se hace fuerte cuando se decepciona.
F. P.
El joven, apresurado, atraviesa la dársena y deja, atrás, la ciudad brumosa. Se da vuelta y encuentra la silueta difusa de las pocas casas del puerto.
Alberdi huye. Con el miedo en la boca, acomete sus pasos decisivos. Las piernas le tiemblan de frío y los hombres lo esperan.
Antes de cruzar el río, antes de subir al barco, se saca la roja cinta obligatoria y la tira en la arena. Mira la lenta caída de la cinta y dice algunas palabras imposibles. Mira hacia el agua oscura y descubre que las nubes rojas inundan el cielo. Se toca el brazo. Siente (el frío escozor de la) ausencia de la cinta.
Sube al barco y se acomoda en un banco improvisado. Añora las reuniones en el Salón literario. Ve, en el recuerdo, las caras de Echeverría y de Gutiérrez, la tinta de los escritos, las proclamas utópicas, las discusiones acaloradas. Piensa que la situación del país es insoportable. Y siente que su acto es irreversible
Ya en el viaje, entre las olas voraces del Río de La Plata, recuerda la caída de la cinta roja. Siente que ese gesto condensa su odio al tirano. Chasquea la lengua. Y disfruta la libertad provisoria.
La tormenta asola la noche y el joven doctor se asusta. Luego el cielo se calma y el barco llega al Uruguay.
En los próximos cincuenta años estará ausente la mayor parte de sus días. Estará ausente de la mayor parte de los hechos, pero no de las ideas.
El mayor pensador argentino del siglo XIX inicia, con ese viaje furtivo y solitario, el exilio interminable de su vida.
Alberdi fundará la patria desde el exilio.
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Fabián Soberón - Escritor, docente de la UNT y de Escuela Universitaria de Cine. Este escrito forma parte del libro inédito El instante.